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viernes, 7 de enero de 2011

El mar y su gaviota.

Desde la ventana puedo apreciar perfectamente el trozo de mar que queda descubierto al final de la pequeña calle. Es tan azul que puedo percibir perfectamente desde mi silla los granos de arena que siguen en el interior de las ondas del mar. Veo también de ven en cuando a dos gaviotas, siempre juntas, como si no pudieran volar la una sin la otra, volando cerca de la avenida. Es como si cada cierto tiempo aparecieran por este paisaje aburrido incitándome a que salga con ellas a volar, y sea libre para siempre junto a ellas. Pero no puedo, estoy encerrada en una asignatura que por más que quiera no me deja salir. Y veo a la gente pasar, caminando, unos más rápidos, otros, no tan rápidos. Algunos cargados de bolsas y otros simplemente con un bikini. Me sobresalen las ganas de saltar por esta ventana gigantesca, para dejar todo atrás, y quedarme sola con el mar. De poder ser tan grande y libre como ese líquido que tanta falta nos hace. Pero no, desde aquí sigo viendo mi trocito de mar azul, que por cada día que entro en la clase, es lo que realmente me hace no caer en la rutina diariamente.





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